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dilluns, 1 d’abril del 2013

Luis (2a Parte)



Luis llevaba esperando en la terraza del bar más de diez minutos. Había cogido la carpeta de la estantería donde la había dejado y viendo el polvo que tenía la limpió. La carpeta reposaba encima de la mesa y al lado tenía una taza de café medio vacía. Miraba a todas partes especulando quien podría ser la misteriosa propietaria. Al cabo de diez minutos llegó una acalorada e inquieta muchacha, con el pelo anaranjado y rizado. Cuando lo vio sentado con su carpeta encima de la mesa le hizo una media sonrisa y se dirigió hacia él.
-          ¡Hola!, me llamo  Teresa. – dijo extendiendo la mano.
-          Yo Luis. Encantado de conocerte. Toma tu carpeta. – dijo.
-          Muchísimas gracias. – le agradeció. – No sé qué haría si no me la hubieses cogido del autobús.  Estos dibujos son una parte muy importante de mí…
-          No te preocupes le puede pasar a cualquiera.
-          ¿Miraste los dibujos?
-          Sí. – respondió Luis, bajito. No sabía por qué, ahora se avergonzaba de haberlo hecho. – Lo siento, solo quería buscar alguna manera de devolvértelos. – se excusó.
Teresa rió bajito y se los puso a mirar con detenimiento. Luis se sentía incómodo y no sabía qué hacer o decir. Hacía demasiado tiempo que no se sentaba en una mesa con otra persona.
-          Por cierto, toma los cincuenta euros de recompensa. – dijo levantando la cabeza de sus dibujos y extendiendo la mano con el dinero.
-          No, gracias. – respondió sacudiendo la cabeza. – No fue ninguna molestia y tampoco podría aceptar tu dinero por devolverte lo que es tuyo.
La chica no insistió y se guardó el dinero agradecida. Se quedaron unos minutos en silencio. Luis quería decir alguna cosa, pero no sabía cómo empezar y ella durante ese silencio pidió un café. Pensó entonces, que quizás, esta le daba una oportunidad para empezar a hablar. No hizo nada. Permaneció callado hasta que finalmente ella empezó una conversación:
-          Si miraste mis dibujos, ¿qué te parecieron?
-          La verdad es que no entiendo mucho de pintura. – se excusó. No quería dar una opinión de sus dibujos, no quería que supiera que era un solitario y que se había identificado con ellos.
-          No te preocupes. Yo en realidad, tampoco sé dibujar bien. Solamente dibujo mis estados de ánimo, como me siento, es mi manera de sacar a fuera mi mundo interior.
Luis se quedó sorprendido con su contestación. Y ella bajó la mirada avergonzada de lo que acababa de decir. Él, intentando sacarla del apuro en que se sentía, dijo:
-          Sinceramente, en tus dibujos me sentí identificado. Me entró un frío en el corazón y se extendió por todo mi cuerpo como un veneno.
Ella levantó la vista.
-          Y ¿cuál ha sido el dibujo que más te ha gustado?
Luis le contestó y poco a poco fueron abriendo sus corazones el uno al otro. Se explicaron y enseñaron partes de su alma que nunca nadie había visto y al final de la tarde ya eran como viejos amigos. Así Luis se enteró que Teresa vivía sola en un piso cerca del suyo. Su vida no había sido tan solitaria, pero poco a poco se había ido adentrando en una soledad acompañada. Se sentía sola rodeada de gente que creía ser su amiga y finalmente había acabado por hablarse solamente con su mejor amiga. Sus padres también habían fallecido y tampoco tenía ningún hermano o hermana.
Al día siguiente quedaron y al siguiente también, y al otro, y al otro… Se veían cada día y se hacían una compañía que hasta ese momento nadie les había hecho.. Empezaron a hacer lo que nunca hubiesen hecho solos. Salían de excursión a la montaña, iban a museos, salían a cenar y viajaron al extranjero. Al conocerse, su vida había cambiado por completo y ya no podían vivir el uno sin el otro. Eran caracteres complementarios y sus soledades los habían unido.
 Al cabo de un año se fueron a vivir juntos. Ella se instaló en el piso de Luis y las paredes se fueron impregnando de la felicidad que los rodeaba. Teresa decoró las paredes y las pintó de colores cálidos, y poco a  poco el aire frío y solitario que había caracterizado aquel piso fue desapareciendo.
Cuando llevaban seis meses viviendo juntos Trueno murió. El perro ya era muy viejo y había vivido demasiado. Luis lloró por él, pero no lo echo de menos. Tenía a Teresa y eso lo compensaba todo. Sin duda aquellos años fueron los mejores de su vida. Le pasaron con mucha rapidez y ahora, cuando los recordaba los veía con una extraña luminosidad.
Cuando ya hacía cinco años que se conocían, Teresa empezó a tener unas migrañas muy fuertes. Fueron al médico esperando que no fuera nada. A los pocos meses le diagnosticaron un tumor en la cabeza. Su vida dio un giro de ciento ochenta grados. Su felicidad no nimbó porque estaban juntos, pero la melancolía y el miedo al futuro se apoderaron de Luis. Tenía miedo a quedarse solo, a volver a ser lo que era antes de qué conociera a Teresa. Empezaron a quedarse en casa. Los silencios se hacían más prolongados y duraderos. Podían sentir como aquel silencio les hablaba de tiempos pasados y mejores, podían revivir momentos olvidados y así, juntos, pasaron los últimos dos años de sus vidas.
Siempre estuvo en casa, nunca quiso dejar de ver las paredes que la hicieron feliz. Luis la cuidó y escuchó sus delirios de las últimas semanas. Y en su último momento de lucidez, antes de que se fuera para siempre le confesó su más preciado secreto, lo único que nunca le llegó a contar.
-          Luis, - empezó- antes de que me vaya para siempre, quiero contarte una cosa. Nunca me olvidé de esa carpeta en el autobús. Hacía mucho tiempo que te había visto y quería conocerte. Sentía que eras como yo y necesitaba hablar contigo. Todos esos dibujos que había dentro los dibujé pensando en ti. La dejé, deseando que me la devolvieras y cuando te conocí fuiste aun mejor de lo que nunca llegué a imaginar. Luis, siempre te quise aunque no te conociera. – la última frase la dijo expirando el último suspiro que le quedaba.

Se quedaron mirando a los ojos, como tantas veces antes habían hecho y está vez, la luz de sus ojos se fue pagando y con ella se llevó toda la felicidad que aún quedaba en el interior de Luis.  Los minutos fueron pasando y no podía apartar la mirada de sus ojos.
A partir de ese momento la vida de Luis volvió a ser la de antes. Pero ahora estaba más solo que nunca. Y echaba de menos a Trueno. Le lloró más veces que a Teresa, por ella nunca pudo llorar porque su dolor iba mucho más allá de todo eso. Tardó mucho tiempo en volver a salir de casa y en cuanto lo hizo el bar se volvió su segunda casa. Pasaba las interminables noches de soledad en compañía de una jarra de cerveza y en ella llegaba a ver reflejados los rostros de sus seres queridos. Pero donde más lo visitaban eran en los sueños, Trueno siempre le gemía y Teresa lo miraba sin decir nada.  Al cabo de unos meses, su empresa hizo un recorte de personal y él fue una de las personas elegidas para ser despedidas. A partir de ese momento, a Luis se le fue completamente su vida de las manos. Se pasaba todos los días en el bar bebiendo y solo se marchaba cuando el camarero cerraba. En sus escasas horas de lucidez intentaba buscar trabajo, pero se rendía fácilmente y acababa otra vez sentado en la barra del bar. Y fueron pasando los años y tuvo que empezar a vender sus cosas. Hasta el último momento no se desprendió los objetos de Teresa, hacía ya dos años que se había ido, pero su ropa aún le olía a ella. Pero al final por necesidad, acabó malvendiendo todo lo que tenía, excepto su dibujo favorito. En él estaban dibujados los dos mirando una puesta de sol en uno de sus muchos viajes. Cuando abandonó su piso solamente le quedaba en una mano una bolsa con lo poco que había podido conservar. Se marchó a un motel hasta que se quedó sin dinero. Hacía ya mucho que no bebía, había aprendido a controlarse y su escasez económica también lo recomendaba. Aquellos días vividos en el motel los pasó caminando por las calles en busca de un trabajo que nunca llegó a encontrar.
 Y ahora, estaba allí, tirado en el suelo, pidiendo dinero y alimentándose de la memoria de Teresa. Y siempre repitiendo monótonamente:
-          Una ayudita, por favor.


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5 comentaris:

  1. No esperaba este final, me ha sorprendido. El único defecto que le veo es que, a pesar de ser unr elato largo, es algo apresurado y, a diferencia de otros, no se profundiza tanto en los personajes. No me ha termiando de convencer. Si querías expresar la última idea (lo del sentimiendo de soledad y el abandono), creo que hubiera sido mejor comenzar la historia desde que Tessa está enferma y lo del principio contarlo como si fueran recuerdos

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  2. la he estructurado de esa manera porque Luis pasa de una soledad querida, en el sentido que como no sabe que se siente al estar con una persona no lo echa de menos, mientras que cuando su mujer muere repentinamente y vuelve a la soledad anterior ya no es querida ya que ahora ya no lo quiere... y eso hace que se derrumbe hasta llegar a ser un mendigo... (realmente esta historia me vino a la cabeza cuando hace un año vi a un mendigo que repetia está frase y quise inventarle una historia para él)

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    1. Tienes razón, no me había fijado en lo de la soledad, quizás porque había pasado un tiempo entre que leí una parte y otra.

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  3. Muy buena, la verdad es que me ha gustado mucho.

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